Aug 20, 2020

La Guerra Civil Rusa (I): Operaciones Bélicas Y Dimensión Militar Del Conflicto

Soldados del Ejército Rojo en 1919. Fuente: diariopopular.com.ar

Entre 1918 y 1922 se desarrolló la Guerra Civil Rusa, uno de los conflictos armados más terribles del siglo XX, que adquirió proporciones dantescas, destruyó un país, desgarró su tejido social y económico y produjo millones de muertos. Los sueños de libertad e igualdad surgidos con la revolución rusa de 1917 se tornaron así en una horrible pesadilla. Abordaremos la guerra en todas sus dimensiones en dos entradas consecutivas. En esta entrada, "La Guerra Civil Rusa (I): operaciones bélicas y dimensión militar del conflicto" analizamos los ejércitos involucrados y los movimientos militares, mientras en la siguiente, "La Guerra Civil Rusa (II): causas de la victoria roja y consecuencias del conflicto", abordamos las bases del triunfo del Ejército Rojo y la derrota de los ejércitos blancos, así como las terribles secuelas y cicatrices que el conflicto dejó en la realidad económica, social y política de la nueva Rusia revolucionaria.
Su autoritarismo desmedido, su incapacidad para aceptar los necesarios cambios y la gestión desastrosa de la guerra contra Alemania, llevó al zar de Rusia a abdicar en marzo de 1917. La revolución de febrero de 1917 había llevado al poder a un Gobierno Provisional bajo control de liberales y mencheviques, que continuó la guerra con las potencias centrales y trató de crear un régimen constitucional y parlamentario, organizando unas elecciones para una asamblea constituyente, que deberían realizarse en enero de 1918. Pero los meses siguientes fueron tensos, los bolcheviques desafiaron al nuevo gobierno y los defensores del viejo régimen protagonizaron un golpe de estado en septiembre, dirigidos por el general Lavr Kornílov. En octubre, los bolcheviques, liderados por Lenin, se hacen con el poder, contando con el respaldo de los soviets o consejos obreros, en esos momentos bajo su control. A finales del año se realizan las esperadas elecciones, en las que vencen los socialrevolucionarios o eseritas, especialmente fuertes en el mundo rural. Los bolcheviques, esgrimiendo que la verdadera democracia radicaba en los soviets, disuelven la Asamblea constituyente poco tiempo después. Nacía así un nuevo régimen político en el que los bolcheviques monopolizarían el poder a través del Partido Comunista y de los soviets obreros, aunque abriendo inicialmente el sistema a la participación de otros grupos políticos como los eseritas de izquierdas. Los mencheviques, los socialrevolucionarios e incluso los liberales del partido KDT gozarían durante algún tiempo de cierta libertad, pero la insurrección armada contra el nuevo poder y el desarrollo de la guerra civil, acabaría pronto con cualquier atisbo de pluralidad en el seno de la revolución. El terrible discurrir de la guerra y la postura cada vez más insurreccional y violenta de la oposición de izquierdas (que incluía atentados como el sufrido por el propio Lenin) condujo a los bolcheviques de manera inexorable hacia posturas cada vez más autoritarias y excluyentes.

Lenin proclama el poder soviético en el instituto Smolny, cuartel general bolchevique en Petrogrado.
Obra del pintor Vladimir Serov en 1952. 

A la altura de la primavera de 1918, el antiguo Imperio ruso se hallaba envuelto de lleno en una devastadora guerra civil, un conflicto que evidenció desde un principio la enorme fragmentación del país, no solo a nivel político y social, sino también a nivel nacional, con el surgimiento de movimientos secesionistas y nacionalistas en los países bálticos, el Caúcaso o Ucrania. Para entonces, los bolcheviques ya habían firmado la célebre Paz de Brest-Litovsk. El tratado había sido sancionado por éstos en marzo de 1918, después de largas negociaciones, y suponía la cesión de amplios territorios a las potencias centrales (Polonia, estados bálticos, Ucrania y Finlandia). Durísimas condiciones que los soviéticos terminaron aceptando, muy a su pesar, obligados por su delicada situación política, su incapacidad de hacer frente militarmente a los alemanes y el hastío de los soldados y del pueblo ruso ante la guerra. Lenin era consciente de que la supervivencia de la revolución estaba en juego e impuso su postura ante la oposición frontal de parte del partido bolchevique y de la oposición de izquierda, mencheviques y eseritas.

Foto de prensa que muestra el armisticio firmado entre Alemania y Rusia soviética el 15 de diciembre de 1917, y que llevaría en posteriores negociaciones a la firma del Tratado de Brest-Litovsk, el 3 de marzo de 1918. Fuente: akg-images.fr

Lev Davídovich Bronstein, conocido como León Trotski
Fuente: klimbim2014.wordpress.com
La situación de los bolcheviques era precaria, sus apoyos sociales en las ciudades eran importantes, y sus políticas de nacionalización y control obrero de las fábricas habían consolidado sus posiciones entre los trabajadores urbanos. Las aplicaciones de recetas eseritas en el campo ruso, con la distribución de la tierra de los grandes propietarios entre los campesinos, también les granjearon inicialmente amplios apoyos entre el campesinado, sin embargo, en el mundo rural, los comunistas siempre fueron minoritarios. Los campesinos rusos eran socialistas, pero no bolcheviques, entre ellos los socialrevolucionarios habían gozado siempre de un respaldo mucho más amplio que el de cualquier otra partido. El mundo agrario fue desde sus inicios el gran talón de aquiles de la revolución comunista.
En este contexto complejo a nivel político, social o nacional, el nuevo poder soviético se vio cuestionado casi desde un principio por todos aquellos que no aceptaban sus aspiraciones de construir un nuevo estado comunista o se habían visto excluidos de tal proceso. Sin embargo, contra todo pronóstico, los bolcheviques mostraron desde muy pronto una increíble determinación en su lucha por el poder y el triunfo de su revolución. Y lo hicieron no solo a nivel político, sino también a nivel militar con la construcción a partir de las unidades de la Guardia Roja obrera de un enorme ejército, el Ejército Rojo, organizado y dirigido por el Comisario de Guerra, León Trotski.

1918. Inicio de la guerra y avance de los ejércitos blancos

Anton Ivanovich Denikin. Fuente: cdreifuz.wordpress.com
Los primeros núcleos de oposición militar a los bolcheviques surgieron muy pronto, en noviembre de 1917, protagonizados por antiguos militares zaristas de origen cosaco que se sublevaron especialmente en las regiones cosacas del sur de Rusia. Es el caso de general Alekséi Kaledin o el teniente general Piotr Krasnov entre los cosacos del Don, el coronel Aleksandr Dútov entre los cosacos de Oremburgo o Grigori Semiónov entre los cosacos de Siberia. Sin embargo, el origen inicial de los ejércitos blancos fue la formación del llamado Ejército de Voluntarios a partir de la iniciativa del general zarista Mijaíl Vasílievic Alekséyev, antiguo jefe de estado mayor de Nicolás II. Alekséyev se hizo fuerte en la región del Don, aglutinando a antiguos soldados y oficiales del ejército zarista y colaborando con los grupos insurrectos cosacos, siendo sustituido después por el general Lavr Kornílov. Ante el avance del Ejército Rojo, el Ejército Voluntario se replegó en la llamada "Marcha de hielo" hacia la región cosaca del Kuban, donde logró hacerse fuerte. En abril de 1918 murió Kornílov y el general Ivanovic Denikin asumió la dirección del Ejército Voluntario, que a finales del año se hizo con el control del Cáucaso norte y la cuenca del Kuban, gracias al apoyo de los cosacos de la región. Mientras esto ocurría, el atamán (líder) de los cosacos del Don, Piotr Krasnov, controlaba las estepas de la región del Don y amenazaba la importante ciudad de Tsaritsin, en el Volga, llegando a proclamar la República cosaca en mayo de 1918. Sin embargo, las relaciones del general Denikin con los líderes cosacos no estuvieron exentas de tensión, pues los sectores ultraconservadores zaristas siempre fueron reticentes a los sentimientos particularistas de los atamanes cosacos.

Cosacos del Kuban durante la Guerra Civil Rusa. Fuente: wikipedia.org
Por el contrario, los grupos políticos de la izquierda no comunista, socialrevolucionarios y mencheviques, se mostraron inicialmente contrarios a la insurrección armada contra los bolcheviques. Sin embargo, la actitud hostil de éstos ante la Asamblea constituyente y la firma del Tratado de Brest-Litovsk con los alemanes, les condujo en la primavera de 1918 a un alejamiento definitivo del gobierno revolucionario. Sin tradición militar y carentes de armas, será la llamada Legión checoslovaca la clave para su levantamiento armado. La Legión checoslovaca estaba constituida por prisioneros y desertores del ejército austro-húngaro que se levantaron en armas a finales de mayo de 1918 contra los bolcheviques en la región de los Urales. Con su apoyo se inició la rebelión de los socialrevolucionarios en la región del Volga, donde crearon con la participación de algunos sectores mencheviques un gobierno alternativo con sede en la ciudad de Samara, el Komuch o Comité de Miembros de la Asamblea Constituyente, que pervivirá hasta septiembre de 1918.

Tren blindado de la Legión Checoslovaca en la primavera de 1918. Fuente: larazon.es.

Primera composición del Komuch de Samara. El segundo por la derecha sería el presidente Vladímir Volski, del partido socialrevolucionario. Fuente: zen.yandex.ru 


Aleksandr Kolchak. Fuente: devianart.com
El Komuch no tuvo las mejores relaciones con el denominado Gobierno Provisional Siberiano, surgido paralelamente en Siberia occidental y con sede en la ciudad de Omsk, un gobierno dominado inicialmente por sectores liberal-burgueses, pero que fue oscilando con el tiempo hacia posiciones cada vez más conservadoras, hasta que en noviembre de 1918, y tras un golpe de estado, cayó en manos del vicealmirante Aleksandr Kolchak, que se erigía así en dictador, autoproclamándose "Gobernante supremo de Rusia". Kolchak no era un hombre de cosenso, pertenecía al zarismo más conservador y reprimió con dureza a mencheviques y socialrevolucionarios, partido este último con amplios respaldos entre los campesinos siberianos. Su actitud autoritaria y ultraconservadora le restaría a la larga los apoyos sociales necesarios para consolidar su poder y fortalecer su ejército. Muerto el zar, asesinado por los bolcheviques junto a su familia en las cercanías de Yekaterimburg durante el verano, Kolchak tampoco consiguió aunar bajo su autoridad a todos los sectores monárquicos que combatían a los bolcheviques. Su figura generó una fuerte desconfianza en otros generales blancos como Denikin, que siempre fue reticente a aceptar su autoridad y cuando lo hizo, fue de forma nominal y no real, obligado por la presión de las potencias europeas. A pesar de todo, su capacidad militar y sus indiscutibles dotes de mando, le permitieron obtener durante algún tiempo importantes victorias, poniendo bajo su control buena parte de Siberia y cruzando los Urales, expandiendo así su poder sobre la Rusia europea con la conquista de la importante ciudad de Yekaterimburg, y en diciembre de 1918, del enclave estratégico de Perm. En poco tiempo, los ejércitos de Kolchak habían hecho retroceder con furia a los bolcheviques, sin embargo, sus debilidades eran mucho mayores de lo que cabía pensar: su ejército no contaba con bases reales, dependía de la ayuda externa que le proporcionaban las potencias extranjeras, especialmente Gran Bretaña, y se basaba en levas obligatorias sobre un campesinado siberiano predominantemente socialrevolucionario, que era por lo general hostil a todo lo que supusiera una vuelta al zarismo.

El vicealmirante Kolchak pasa revista a sus tropas. Fuente: elpaís.com

En general y desde sus comienzos, el avance y desarrollo de los ejércitos blancos no se explica sin la ayuda extranjera. Sin el apoyo material y logístico de los británicos, y en menor medida francés y estadounidense, no se hubiera entendido la supervivencia y expansión de los ejércitos de kolchak o Denikin. Las potencias extranjeras, terminada la Primera Guerra Mundial, optaron además por la intervención directa de sus tropas, que desembarcaron en los más diversos frentes. El ejército británico estuvo presente en la región de Murmansk y Arkángel, en el remoto norte, en Siberia y también en la zona del Cáucaso. Mientras, los franceses intervenían en las costas del sur de Ucrania. Por su parte, los norteamericanos, que también estuvieron presentes en el norte de la Rusia europea (Arkángel y Murmansk), y los japoneses penetraron en Siberia oriental y las regiones de la costa del Pacífico. Aunque pueda sorprender, fueron los japoneses, por su proximidad geográfica y sus intereses estratégicos en la zona, los que más tropas desembarcaron, unos 70.000 soldados. Otros países, como Italia, también intervinieron, aunque a una escala muy reducida. A pesar de todo, las tropas extranjeras no fueron en modo alguno determinantes, porque nunca combatieron contra los ejércitos rojos de forma directa y abandonaron a su destino a los blancos cuando se empezó a vislumbrar su derrota.

Kolchak y su amante Ana Timiryova con alfred Knox, jefe de la misión británica, viendo ejercicios militares en el frente siberiano en 1919. Fuente: Wikimedia commons

Tren blindado con tropas americanas en Obozerskaya, cerca de Arkángel (1918). F: milanpatrick8.wixsite.com

Tropas japonesas desfiilan por la ciudad de Vladivostok, en el extremo oriente siberiano, en 1918. Fuente: timetoast.com
1919. El año crucial de la guerra

Yevgeni Miller. Fuente: zen.yandex.ru 
En 1919 la guerra se extendió y los ejércitos blancos alcanzaron su máxima expansión. En el invierno de 1919, a pesar de sus derrotas y del terreno perdido, los bolcheviques no se habían desmoronado del todo en la zona de los Urales. Kolchak lanzó entonces una fuerte ofensiva a partir de marzo, que le llevó a conquistar enormes territorios, incluido el importante enclave de Ufá, con el apoyo de los cosacos de Oremburgo. Su avance se vio favorecido por revueltas obreras en las ciudades industriales de la Rusia europea oriental, como Samara, Simbirsk o Izhevsk, núcleo este último relevante por la importancia de su industria armamentística. El fulgurante avance de los blancos llegó a aislar a los ejércitos bolcheviques situados al sur del Volga, con la toma de la estratégica ciudad de Chístopol, y permitió romper además las comunicaciones de éstos con los bolcheviques de Asia central. El vertiginoso avance de kolchak llegó a crear grandes expectativas, incluida la posibilidad de que su ejército norte pudiera entrar en contacto con el ejército blanco del general Yevgueni Miller, que se había hecho fuerte en el remoto norte, en la ciudad de Arkángel, situada en la costa del mar Blanco, donde operaba bajo el amparo del ejército del británico. Tal conexión resultó imposible, no solo por la dificultad para estirarse de las tropas de Kolchak, sino también por la enormes dificultades para avanzar que tuvo el pequeño ejército de Miller. El norte de Rusia, con sus inmensos bosques y pantanos, sin apenas líneas de ferrocarril y con un clima especialmente hostil, no era propicio para el desarrollo de las acciones de guerra. Por otro lado, y a pesar de que Kolchak había conquistado un enorme territorio, con casi 300.000 km. cuadrados y cinco millones de personas, sus victorias no podía encubrir la corrupción y desorganización reinante en su ejército, así como sus evidentes carencias estratégicas, materiales y humanas, que se evidenciaban por ejemplo en sus nulas reservas militares de retaguardia. Pronto, tales debilidades se volvieron en su contra. Había estirado demasiado sus líneas de suministros y los soviéticos empezaron a concentrar enormes fuerzas en ese frente, al que habían dado prioridad absoluta.
Míjail Frunze. Fuente: wikipedia.org
A finales de abril se iniciaba el contraataque bolchevique dirigido por el comandante rojo Mijáil Frunze. A principios de mayo el Ejército Rojo recuperaba Chístopol y se restablecían las comunicaciones con los grupos de ejércitos soviéticos más al sur. A mitad de mayo se retomaba Ufá y a principios de junio caía Izhevsk con sus fábricas de armamento, tan necesarias para los bolcheviques. En la primera mitad de julio cayó Perm y Yekaterimburgo, las dos grandes ciudades de los Urales, que habrían el camino hacia Siberia para los bolcheviques. En tres meses, los soviéticos habían avanzado más de 500 kilómetros y habían recuperado zonas bastante pobladas y de gran importancia militar y económica, necesarias para un Kolchak que carecía de industria en su reducto siberiano. Al ejército del almirante le faltaban medios y equipamientos, carecía de la suficiente organización y preparación, y muchas de sus unidades adolecían de una mínima moral de combate, formadas en su mayoría por campesinos forzados. En medio de la retirada frente a los bolcheviques, los soldados desertaban en masa para volver a sus casas, mientras los grupos armados de los pueblos bashkires y tártaros, que habían colaborado hasta ese momento con los blancos, daban la espalda a los zaristas, cada vez más disconformes con el nacionalismo ruso de kolchak y seducidos en gran medida por las promesas de autonomía de los bolcheviques. A ello había que añadir la incompetencia de algunos oficiales, como el jefe del estado mayor de kolchack, el general de infantería Dimitri Lébedev, que carecía de la necesaria experiencia en el mando de grandes unidades militares y mostró su ineficacia en repetidas ocasiones, como en el caso de la contraofensiva de la ciudad de Cheliabinsk, en los Urales. Por si fuera poco, Kolchak cometió además algunos errores estratégicos: pudo utilizar a los prisioneros soviéticos y enrolarlos en su ejército, pero no lo hizo, para desesperación británica, y optó por exterminarlos en campos de concentración y con el recurso a fusilamientos masivos. No tenía reservas y el frente se hundió. En octubre de 1919, Kolchack perdía su capital, Omsk. Su ejército, en plena descomposición, iniciaba entonces una huida desenfrenada hacia el este, hacia el corazón de Siberia, marcada por las continuas deserciones y obstaculizada por las revueltas e insurrecciones protagonizadas especialmente por los socialrevolucionarios, hostiles al régimen dictatorial del almirante zarista. Mientras, los bolcheviques se lanzaban en su persecución, conquistando una tras otra las ciudades del sur de Siberia, la mayoría ubicadas en la línea del ferrocarril transiberiano. En enero de 1920, Kolchak era hecho prisionero en la ciudad de Irkutsk y en febrero era fusilado. Con él terminaba el poder blanco en Siberia, aunque aún resistirían algunos núcleos de resistencia aislados hasta bien avanzado el año 1922.
Una parte importante del ejército de Kolchak estaba compuesta por campesinos forzados y mal preparados. F.: wikipedia

Hacía tiempo que los aliados, especialmente los británicos, habían empezado a cuestionar la capacidad de Kolchack para ganar la guerra. Ya desde el verano de 1919, los ingleses habían empezado a mirar con más interés hacia el otro gran general blanco, Antón Denikin, que hacía la guerra cada vez con más éxito en el sur de la Rusia europea. Fue Denikin el que empezó a recibir el grueso de la ayuda británica desde ese momento.
En febrero de 1919, Denikin se había convertido en el jefe indiscutible de las fuerzas blancas del sur de Rusia, integrando en primavera su Ejército voluntario en las denominadas Fuerzas Armadas del Sur de Rusia, que englobaban también al Ejército cosaco del Don del teniente general Vladímir Sidorin. Había construido un ejército fuerte, formado por campesinos sometidos a leva forzosa en las zonas bajo su control, pero que contaba también con voluntarios comprometidos con su causa, así como amplios contingentes de combatientes cosacos de las regiones del Don, Kuban y Terek. A la altura de junio, su ejército controlaba desde el este de Ucrania, donde el general Mai-Maievski había conquistado Jarkov y después Kiev, hasta el Volga, una vez que el general Wrangel había tomado el 16 de junio la estratégica ciudad de Tsaritsin. La importante ayuda británica y la fuerza militar de los cosacos y su caballería resultaron fundamentales para contrarrestar la superioridad numérica de los bolcheviques.
Cosacos del convoy ferroviario personal del general blanco Mai-Maievski bailando la danza lezginkan (1919).
F.: Wikipedia.org


Soldados del ejército blanco del general Denikin. Fuente: tsargrad.tv 


Sin embargo, Denikin era consciente de la dificultad de controlar y defender a largo plazo un territorio tan amplio, especialmente si se contaba con unos recursos limitados como los suyos. Quizás por eso, intentó aprovechar la situación de desorganización y confusión reinante en las filas rojas, para lanzarse en busca de la victoria definitiva y rápida, buscando un avance directo y contundente sobre el propio Moscú.  El ataque fulgurante de las fuerzas blancas les llevó a mediados de octubre a conquistar la ciudad de Orel, bajo el mando del general Mai-Maievski. A doscientos kilómetros al norte se hallaba la ciudad de Tula, que con su importante fábrica de armas se había convertido en el arsenal del Ejército Rojo, y otros doscientos kilómetros en línea recta y hacia el norte se encontraba Moscú, la sede del gobierno soviético. La situación de los bolcheviques se torno especialmente complicada, cuando otro ejército blanco, aunque reducido en tamaño, el dirigido por el general Nikólai Yudenich inició su avance desde Estonia hacia la antigua capital de los zares, Petrogrado, antes conocida como San Petersburgo. La desmoralización y desorganización se apoderó de los defensores de la ciudad y entre la cúpula bolchevique no faltaban las voces que la daban por perdida. Sin embargo, la ciudad no cayó en manos de los blancos. El ejército de Yudenich era demasiado pequeño y era evidente que tendría muchas dificultades para tomar y controlar una ciudad tan grande, además la flota inglesa del báltico no intervino directamente para apoyar a Yudenich y los finlandeses, que se hallaban al norte de la ciudad, tampoco lanzaron ataque alguno. Sin embargo, la clave de la resistencia bolchevique estuvo en el giro que se produjo entre los defensores de urbe con la llegada de León Trotski, máximo dirigente del Ejército Rojo. Trotski convirtió la resistencia de Petrogrado en una cuestión de vida o muerte, consciente del valor estratégico y económico de la ciudad, pero sobre todo del valor simbólico que tenía, pues no en vano, había sido la cuna de la revolución de 1917. Cuando llegó a la ciudad, ésta estaba al borde el colapso, él reconstruyó la moral y el orden y la ciudad resistió. A la altura de noviembre, el ejército de Yudenich se había replegado más allá de las fronteras de Estonia.
El general blanco NikólaiYudenich en una fotografía aparecida el 25 de octubre de 1919 en  la revista inglesa Illustrated London News. Fuente: rte.ie

Las cosas no le fueron mejor al general Denikin en el frente sur. Aunque su avance hasta octubre de 1919 había sido rapidísimo, la realidad era un espejismo. El frente de combate era muy extenso y las líneas blancas se habían estirado demasiado, los problemas logísticos eran enormes y las rutas de abastecimiento estaban muy mal organizadas, lo que empujó a sus tropas a "vivir sobre el terreno". Se sistematizaron las levas y reclutamientos forzosos y se generalizaron los saqueos y el pillaje sobre la población civil, lo que les granjeó la animadversión de la población campesina de las nuevas zonas ocupadas. El general Mai-Maievski, que dirigía la ofensiva, era un alcohólico con tendencia a las orgías, que permitía a sus hombres el saqueo de forma sistemática, como ya había ocurrido en la toma de Jarkov, a lo que hay que añadir la tendencia de los cosacos a la rapiña de los territorios conquistados. Por otro lado, Denikin nunca consiguió trazar alianzas con los nacionalistas ucranianos, importantes en algunas zonas bajo su control, a la vez que tenía que combatir con los anarquistas del Ejército Negro de Néstor Majnó, que se había hecho fuerte en la Ucrania oriental. Para colmo, las tensiones con los cosacos siempre estuvieron presentes, ante la tendencia de éstos a hacer la guerra por su cuenta.
El comandante del Ejército Rojo Pavel Dybenko y el líder del Ejército Negro Nestor Majnó, 1919. F: meme-arsenal.com

Estas contradicciones de los blancos se pusieron de manifiesto muy pronto. Los soviéticos comprendieron en seguida que la principal "partida" de la guerra se jugaba en ese momento y movieron ficha. La célebre caballería roja del comandante Semión Budionni realizó un rápido movimiento envolvente en la zona de Vorónezh, el Ejército voluntario que se hallaba en la vanguardia del avance de los blancos corrió serio peligro, pero consiguió zafarse e iniciar una retirada de sus fuerzas hacia el sur. La retirada se tornó pronto en una auténtica fuga que condujo a los blancos, en la primera semana de 1920, hasta más allá del Don.

Fuente: elaboración propia.


1920. El año de la victoria bolchevique

"Por la unidad de Rusia". Cartel propagandístico
de los blancosFuente: app.emaze.com
La retirada del ejército de Denikin a comienzos de 1920 fue tan fulgurante como lo había sido su avance unos meses antes. Desorganizado, marcado por las deserciones y por un estado sanitario penoso (un tercio del ejército estaba enfermo), seriamente debilitado por las luchas intestinas, el ejército de  las "Fuerzas Armadas del Sur de Rusia" emprendió un retroceso dramático. Tampoco ayudaba la terrible situación de los blancos en los otros frentes de guerra, lo que terminó por afectar duramente a la moral de combate de un ejército en desbandada: Nikolai Yudénich había fracasado en su intento de tomar Petrogrado y se hallaba por entonces retenido en Estonia; a principios de febrero, el almirante kolchack era fusilado por los bolcheviques en la ciudad siberiana de Irkutsk, en medio del caos y la desbandada de su ejército; mientras el bastión del norte, la ciudad de Arkángel había caído a finales de ese mismo mes y el general Miller había huido de Rusia en dirección al exilio. Ante esta situación de absoluto desmoronamiento, los británicos, principales proveedores de armas y provisiones, dejaron de enviar ayuda y empezaban a asumir la victoria de los rojos.
En marzo de 1920, los blancos estaban ya en el Kuban, pero ni siquiera allí fueron capaces de establecer una mínima linea defensiva, desmoralizados, sin medios materiales y sumidos en el mayor de los caos, aquel que se apodera de un ejército cuando se huele la derrota final. Columnas de soldados y refugiados se dirigieron hacia el Mar Negro, hostigados por grupos de rebeldes socialrevolucionarios, formados por campesinos descontentos y desertores (los llamados ejércitos verdes). Una especie de "éxodo bíblico", como lo denominó algún oficial blanco, formado por un hormiguero de carros llenos de refugiados mezclados con ganado de lo más variopinto, miles de soldados desmoralizados mezclados con cosacos a caballo, todos ellos concentrándose de forma dramática a la manera de un embudo en la ciudad costera de Novorosiisk.

"La huída de la burguesía de Novorossiisk en 1920", obra de Iván Vladímirov, que representa la evacuación de civiles y tropas del ejército blanco de Denikin hacia el refugio de Crimea. Fuente: arthive.com


Piotr Wrangel. Fuente: Pinterest
Sin embargo, quedaba una posibilidad de escape y salvación: el general blanco Slavchchev resistía sin dificultad en la península de Crimea, al otro lado del istmo de Kerch. Los bolcheviques no habían dado prioridad a la conquista de Crimea y se habían centrado en aplastar a Denikin, primero en el Don y después en el Kuban, por lo que un pequeño ejército blanco había podido defender sin problemas el istmo de Perekop, que unía la península con Ucrania. En una situación desesperada, los cosacos mataron sus caballos y se tiraron al mar toneladas de provisiones inglesas para poder dar cabida a más gente en las embarcaciones. Fueron trasladados 30.000 soldados de las Fuerzas Armadas del Sur de Rusia, sobre todo pertenecientes al antiguo Ejercito voluntario y pero también del Ejército de los cosacos del Don. Decenas de miles de hombres cayeron prisioneros de los soviéticos en la ciudad de Novorosiísk, y otros tantos huyeron hacia el sur por la costa del Mar Negro, siendo apresados a posteriori. Para entonces, Denikin ya no era el comandante en jefe, su liderazgo no sobrevivió a la debacle del Kuban. El general Piotr N. Wrangel se había convertido en la cabeza visible de lo que quedaba del ejército blanco y en abril de 1920 Denikin partía hacia el exilio en un buque británico.
Wrangel era un oficial eficaz, que supo convertir Crimea en un fortín. Contaba con más de 30.000 soldados, entre los que estaba la élite del Ejército Voluntario e importantes contingentes de caballería cosaca, y supo establecer un elevado nivel de disciplina entre ellos. Por otro lado, defender la península de Crimea era muy fácil desde el punto militar, era un territorio pequeño unido al continente por un brazo estrecho de tierra, e incluso cuando su ejército superó los márgenes de Crimea y realizó una fuerte ofensiva en las tierras próximas del sur de Ucrania, contó con el río Dniéper como línea defensiva natural al oeste y al norte. Aún así, la clave de su resistencia, fue la imposibilidad de los bolcheviques de atacar el reducto de Crimea de forma inmediata a la destrucción del ejército de Denikin, debido al desarrollo paralelo de la Guerra polaco-soviética, iniciada meses antes, pero que en ese momento se intensificó.
A lo largo de 1919, los nacionalistas polacos (Polonia había formado parte del Imperio ruso hasta la Primera Guerra Mundial) habían avanzado hacia el oeste en Bielorrusia y Ucrania, sin que los soviéticos le ofrecieran apenas resistencia, envueltos como estaban en la guerra contra los ejércitos blancos de Denikin. Éste último nunca llegó a un acuerdo con los polacos, lo que hubiera sido fatal para los bolcheviques, porque el nacionalismo ruso de Denikin no aceptaba la independencia de Polonia y defendía las fronteras rusas anteriores a la Primera Guerra Mundial. Destruido el poder militar de Denikin, el frente polaco se convertía en el prioritario para los bolcheviques, que inicialmente no veían un gran problema en la Crimea de Wrangel. Y la preocupación de los soviéticos por los nacionalistas polacos creció a partir de abril de 1920, cuando los ejércitos polacos de Pilsudski atacaron al régimen comunista en una fuerte ofensiva hacia el este. Su objetivo final no era la destrucción del régimen soviético, sino consolidar su proceso de independencia con la creación de una Gran Polonia que incorporara al nuevo estado amplios territorios de Bielorrusia y Ucrania.
Lenin dando un discurso a los hombres del Ejército Rojo que partían hacia el frente de batalla durante la Guerra polaco-soviética. Plaza Svérdlov (actual Plaza del Teatro) de Moscú, 5 de mayo 1920. Fuente: diariopopular.com.ar

La situación en el frente polaco, permitió a Wrangel consolidar sus posiciones e iniciar un proceso de expansión militar. Y fue así como la "úlcera de Crimea", como la denominaron los bolcheviques, se convirtió en un auténtico "cáncer" entre agosto y octubre de 1920. Wrangel lanzó en ese periodo fuertes ofensivas sobre el sur de Ucrania y la región del Dniéper, ampliando enormemente la zona bajo su control. Pero la capacidad expansiva del Ejército Ruso (como así fue llamado) del general Wrangel  tenía muchas limitaciones: por un lado, los blancos seguían sin conectar con las necesidades de los campesinos ucranianos y no habían podido expandirse lo suficiente hacia el este, hacia las estepas cosacas del Don, tradicional centro de reclutamiento de Denikin; por otro lado, en frente tenían a un enorme Ejército Rojo, que en esa época enrolaba en sus filas a millones de soldados y que cuando concentrara todas sus fuerzas en su contra, resultaría invencible. Además, hay que tener en cuenta que Wrangel nunca consiguió alcanzar una alianza con los nacionalistas ucranianos, que por otra parte carecían de la suficiente organización para enfrentarse a los soviéticos. Tampoco pudo contar con la ayuda del Ejército Negro de Majnó, que no solo se negó a colaborar con Wrangel, sino que acordó una tregua con los rojos en septiembre y lanzó sus tropas contra los blancos. Para colmo, los franceses e ingleses apenas apoyaron ya la causa de Wrangel, a la que no veían con futuro, y se inclinaban abiertamente por aceptar al gobierno comunista de Moscú.

Fuente:elaboración propia

En el frente polaco la situación vivió un vuelco radical a partir de mayo de 1920, cuando el Ejército Rojo lanzó fuertes ofensivas que llevaron al repliegue del ejército polaco. Pero sería en julio cuando la situación se torno especialmente trágica para los polacos, el joven general soviético Tujachevski, que ya había demostrado su valía en la campaña de los Urales frente a Kolchak, protagonizó una dura ofensiva que le condujo a las puertas de Varsovia. En el avance bolchevique jugó un papel estelar el Primer Ejército de Caballería, la célebre caballería roja de Semión Budionni, la misma que había resultado determinante en la contraofensiva bolchevique frente a Denikin a finales de 1919. Los polacos se sobrepusieron e hicieron retroceder a los soviéticos durante septiembre y octubre, lo que les permitió recuperar muchos de los territorios perdidos en Bielorrusia y Ucrania. A pesar de todo, sus ejércitos nunca llegaron a estar cerca de los Wrangel. Este llegó a pensar en la posibilidad de enlazar con ellos, pero tal posibilidad nunca fue real. Además hay que tener en cuenta el hecho de que los nacionalistas polacos jamás llegaron a tejer una alianza estratégica con Wrangel, pues desconfiaban de él, como lo habían hecho de otros general blancos anteriormente, les separaba su nacionalismo ruso intransigente.

             Comandante rojo Mijail N. Tujachevsky. F.: aif.ru              Caballería roja del general Semion Budionni. F.: pinterest
Regimiento polaco durante la Guerra Polaco-soviética en 1920. Fuente: commons wikimedia
Cuando se firma el armisticio entre la Rusia soviética y Polonia el 12 de octubre de 1920, hacia tiempo que el alto mando del Ejército Rojo había dado máxima prioridad al frente de Crimea. La ofensiva final la realizaría el veterano comandante bolchevique Mijaíl Frunze, el mismo que había ayudado a detener a Kolchak en su avance desde Siberia. La toma definitiva de Crimea se produjo en noviembre de 1920, generando un éxodo masivo: casi 150.000 personas fueron evacuadas por vía marítima, desde los puertos de Crimea hasta Turquía, al otro lado del Mar Negro. A la cabeza, Piotr Wrangel, el último general blanco, que abandonaba para siempre el suelo de la gran "Madre Rusia".

"La cola de Wrangel". Cartel propagandístico bolchevique de 1920. Fuente: dhm.de


1921 y 1922. Los últimos estertores de la guerra civil

Fuerzas rebeldes en Tambov (1920). Fuente: heritage-print.com
A finales de 1920 la guerra había prácticamente terminado. Tras el armisticio con la Polonia nacionalista y la derrota de Piotr Wrangel, el gobierno dispersó las fuerzas anarquistas del Ejército Negro de Néstor Majnó en el oeste ucraniano, imponiendo su control sobre buena parte de Ucrania, pero también de Asia central y Siberia. A principios de 1921 las tropas del Ejército Rojo tomaban Azerbaiján y en febrero de ese año se habían hecho con el control de gran parte del Cáucaso, incluida Georgia. Sin embargo, la paz en el sentido literal, estaba lejos de llegar. En el año 1921, la nueva Rusia soviética debía enfrentarse a graves conflictos sociales y revueltas populares que supusieron un desafío no solo político y social para el gobierno, sino también un desafío militar para el Ejército Rojo. A pesar del fuerte apoyo popular de algunas de esas revueltas, que alcanzaron enorme envergadura y extensión, el Ejército Rojo pudo acabar con ellas, no en vano, estábamos entonces ante un ejército inmenso, una maquinaria de guerra bien engrasada, que además no dudo en recurrir a procedimientos extremos de represión sobre la población civil. En agosto de 1920 se iniciaba en la región agrícola de Tambov una gran rebelión campesina, auspiciada por grupos socialrevolucionarios y dirigida por Alexander Antónov, que nutrió sus fuerzas guerrilleras con desertores y campesinos descontentos con las requisas bolcheviques. La durísima represión ejercida por el Ejército Rojo, dirigido por el general Tujachevski, consiguió acabar con la revuelta en el verano de 1921, aunque Antónov y algunos de sus seguidores permanecieron aún escondidos en los bosques hasta junio de 1922. Más desconocida, pero quizás más importante, fue la rebelión campesina en Siberia occidental, que se extendió desde los Urales hasta Krasnoyarsk entre principios de 1921 y finales de 1922, y que movilizó a cientos de miles de campesinos frente a las requisas bolcheviques y la reducción de la democracia campesina por el centralismo del partido comunista.

Campesinos rebeldes de Tambov. Fuente: tumblr.com
"Requisa de harina a campesinos ricos en un pueblo", obra de Iván Vladimirov. Fuente: digitalcollections.hoover.org 

Fuente: elaboración propia.


En esos años del final de la guerra, marcados por el creciente autoritarismo bolchevique y la brutal carestía de productos básicos, el descontento alcanzó a los grandes reductos del poder soviético, las grandes ciudades industriales. En San Petersburgo, ahora Petrogrado, en el contexto de crecientes protestas sociales, estalla en marzo de 1921 la rebelión de los marinos de Kronstadt, una fortaleza naval situada en la isla de Kotlin, cercana a la antigua capital de los zares. Al frente de la insurrección se situó una comuna revolucionaria, en la que participaron muchos comunistas desencantados, que desafió abiertamente al poder soviético, criticando la creciente burocracia del nuevo régimen y defendiendo la democracia de los soviets y la pluralidad en ellos de las diversas ideologías obreras (socialistas, comunistas y anarquistas), en un rechazo frontal al monopolio bolchevique del poder. El 17 de marzo caía la fortaleza después de durísimos combates y continuos asaltos que implicaron miles de muertos. En Krondstadt, los bolcheviques acabaron con el último atisbo de oposición obrera, mientras en los meses siguientes eran eliminadas las últimas revueltas campesinas como las de Tambov o Siberia. Hasta principios de 1923, todavía pervivió algún reducto aislado de resistencia en el Extremo Oriente siberiano, pero nada ni nadie podía ya cuestionar el monopolio del poder que los bolcheviques ejercían, mientras las potencias europeas se apresuraban a aceptar la nueva realidad, reconociendo al régimen soviético.
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